X
    Categories: CulturaEspañolViviendo en Francia

Vivir en el extranjero

Vivir en el extranjero

En internet en varios blogs y páginas se encuentra este escrito, varios nombres se lo atibuyen pero muchos más se identifican con él. Lo compartimos contigo, ¿te identificas?

Somos muchos los que por diferentes motivos un día decidimos dejar nuestra casa, familia, amigos y amores para irnos a otra tierra a empezar de nuevo.

Sin ventajas, sin enchufes, sin apoyo, sólo con la maleta llena de trapos inadecuados para el invierno, ilusiones, un título enrolladito (que sigue enrolladito y sin homologar) un paquete de tortillas y una lata de chiles en vinagre para aguantar hasta que el primer valiente se uniera o viniera a visitarnos. Un bolsillo lleno del dinero reunido durante el proceso de indecisión, y por si acaso con las groserías bien aprendidas en todos los idiomas posibles, para por lo menos saber cuándo nos estaban insultando.

Muchos quisimos tirar la toalla más de una vez y mandar a donde se merecía al ignorante de turno, agarrar el primer avión cuando no teníamos cerca a nadie que nos hiciera un caldo de pollo para pasar la gripe. Muchos gastamos todo lo que nos sobraba del sueldo en tarjetas, facturas, cibercafés, estampillas, y cuanto medio nos permitiera seguir en contacto con los que se quedaron en casa o con los otros que estaban desparramados por el mundo.

Muchos tuvimos que autocantarnos cumpleaños, cenar solos en Navidad, trabajar en Año Nuevo para que el trago fuera menos amargo. Muchos nos perdimos los momentos importantes en la vida de nuestros seres queridos, no sólo la cotidianidad, sino esos memorables. Somos los eternos ausentes en las bodas, nacimientos, graduaciones, incluso de los funerales. Nos hemos convertido en facebook-twitter-skype-whatsapp-viber-facetime-BBPIN dependientes, y eso después de haber superado la era de la icq-messenger-postalelectrónica-fax-dependencia.

Hemos hecho nuevos amigos, formado una familia o hemos sido adoptados por la de otros. Nos hemos acostumbrado al frío, al trasporte público porque por estos lugares nadie da la cola, a caminar sin aferrar la cartera como si se tratara de la vida, a usar los hospitales públicos, a no dejar la luz encendida, a abrir las ventanas antes que encender el aire acondicionado, a dejar las frutas tropicales para los momentos especiales y atiborrarnos de fresas grandotas que sólo comíamos en la temporada de verano. Hemos aprendido a cruzar por donde se debe, conducir como se debe, bajar y subir donde se debe, a sentarnos en el autobús o ir apretados pero nunca colgando en la puerta, al silencio, a los parques con los columpios puestos, a la basura en las basureros, a la radio maaaaaaala y sin humor, al acento de Los Simpson, a cargar muchas moneditas en el bolsillo y reírnos solos pensando que rompimos el cochinito. Hemos aprendido a explicar a un carnicero cuál es el pedazo de carne que queremos para hacernos un caldo de olla, y a que nos mire raro si le encargamos manteca (o pancita). Hemos llorado amargamente cuando al caminar por una calle lejana un artista callejero toca “Cielito Lindo”. Hemos sido hormiguitas ahorradoras para organizarnos unas vacaciones en nuestra casa.

Nosotros no somos millonarios porque ganemos en dólares, euros o libras, no somos extranjeros porque tengamos doble nacionalidad, no somos sudacas, ni latinos. Somos un montón de gente que le ha echado huevos, tanto como en nuestro propio país, pero con las oportunidades que allí no nos deparaban estos catorce años. Nosotros somos testigos del cambio porque para poder ver la totalidad de las cosas, hay que tomar distancia. Somos unos nostálgicos permanentes que añoramos el lugar donde nacimos y crecimos, pero ese, incluso como era cuando nos fuimos, no el que ya no reconocemos.

Nosotros somos esos con amigos en todo el mundo que siempre tenemos visita en casa, que cargamos y pedimos encargos, esos mismos que sufrimos paranoias nocturnas preguntándonos si nuestros seres queridos están en casa sanos y salvos, que aunque estemos pasando el peor trago de nuestras vidas siempre le decimos a nuestras madres que “estamos bien”. Nosotros somos los que hacemos reír a nuestros nuevos amigos, los que les decimos que tienen que conocer el mejor país del mundo, pero que no vayan solos.

Nosotros somos los que dejamos “el barco”, sí, es verdad, pero somos mexicanos, amamos a nuestra patria, la extrañamos y siempre pensamos que aunque sea viejitos vamos a regresar. Nosotros somos los que aguantamos el aguacero solos y desde lejos.

 

pasion-mexicana.com :